Varias veces negó Antonio Banderas a Celia Villalobos. La entonces alcaldesa de Málaga se bebía los vientos para que el actor malagueño pronunciara el pregón de la feria de agosto. Le dio calabazas. No había sintonía entre ellos. Antonio Banderas es popular, pero no populista. No quería que su nombre e imagen se pusiera en almoneda política. No es cierto que recibiera presiones de los socialistas malagueños para negarse año tras año a pronunciar el pregón. Simplemente, no era su momento, ni su hora.Ahora, parece que sí. Bastó una gestión personal del alcalde Francisco de la Torre Prados, para aceptar. Esta noche, desde el balcón principal del Ayuntamiento de Málaga, Antonio Banderas se dirigirá a miles de malagueños para que olviden recientes malos tragos y se entreguen a la alegría de vivir, aunque sea por unos días, la feria más cosmopolita de cuantas se celebran en Andalucía.
Puede que haya sido el motivo por el que, al final, aceptara pronunciar el pregón. Antonio Banderas, pese a la distancia geográfica, siente y vive lo malagueño y lo andaluz como algo propio. Incluso se somete al tormento veraniego de los paparazzi para no perder el pulso de la tierra que lo vio nacer.
La imagen de Banderas que nos llega por las revistas del corazón, peaje que debe pagar, no se corresponde con su manera de pensar y sentir. El actor malagueño no olvida sus raíces.
Guardo un manuscrito de Antonio Banderas con las palabras que pronunció cuando se le otorgó el máximo galardón del turismo malagueño. Habló de solidaridad, de romper barreras, de igualdad; de socializar los beneficios, de la defensa de la educación pública. Sus éxitos en el cine y en la vida, no lo han cambiado.
El pregón de esta noche será un grito de libertad, de paz, de inconformismo, también de alegría; de recordar sus raíces profundas en su tierra malagueña y un canto a la esperanza. Será una noche de bandera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de agosto de 2000