ANDREU MANRESA, Aristócratas de abolengo atesoraron durante años en el Mediterráneo poder y obras de arte. Se apropiaron de paisajes mientras blandían su espada y su cruz. De la histórica Orden de Malta y de su cruz simbólica quedan aún multitud de signos e improntas en joyas y paredes. Algunas se pueden ver desde hoy y hasta finales de octubre en la exposición que alberga La Lonja de Palma. Dos Goyas, tres Prettis y seis excepcionales cartas náuticas del 1400 y 1500 forman parte de la muestra, que reúne maravillas privadas, laicas y devotas. Para terminar de explicar la realidad contemporánea de una organización con un milenio de pasado -con 700 años de explendor y tragedia relacionados con Mallorca-, se recurre a fotografías en blanco y negro.
Los caballeros de la Orden de Malta fueron cosmopolitas, integraron una especie de internacional de transferencia de los gustos y de las mentalidades abiertas, al mismo tiempo que establecieron una frontera clave en el Mediterráneo -y en el mundo- en defensa de un poder militar y religioso. Manuel Oliver se expresaba ayer así y se manejaba cauteloso entre las piezas dispersas en el seno del mercado gótico y vanguardista mallorquín. Residente en Florencia y Malta, el historiador Oliver -experto en la época de la Europa de Napoléon- terminaba de instalar la muestra, que plantea las relaciones de la orden con Mallorca y el Mediterráneo. Los Reyes de España serán los encargados de inaugurar hoy esta exposición.
Los caballeros predicaban, batallaban, anidaban fortuna, querían salvar su fe y preservar su gloria futura. Algunos de los más notables fueron nobles mallorquines y sus sagas aún dominan gran parte de esta isla. Para entrar como caballero de honor y devoción en la selecta y clasista organización se requiere el aval de cuatro apellidos de rango.
La antigua entidad se afirma como la primera ONG de la civilización. Contra los turcos, los moros y los considerados infieles, los armados quisieron implantar su cultura y su orden, mientras reunían grandes colecciones de arte, innumerables bienes muebles y enormes extensiones de terrenos. En los laterales de la sala los cuadros muestran grandes paisajes urbanos de los puertos de Túnez, La Valetta (Malta), Mallorca y los pueblos mallorquines del siglo XVI, arrasados por los efectos de invasiones y batallas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de agosto de 2000