Para algunos, la "izquierda plural" ha perdido una gran oportunidad para hacer una auténtica reforma fiscal. Es el punto de vista defendido por los verdes y por las corrientes más radicales del propio PS. El mismo Jospin, en 1995, había hablado de "modificar la arquitectura fiscal francesa" para hacerla "más justa, transparente y progresiva". Luego la realidad ha podido con los proyectos y ha hecho imperiosa una reducción fiscal. La frase que Laurent Fabius escribió en 1999 -"la izquierda no corre peligro de ser derrotada por la derecha pero sí por los impuestos y las tasas"-, ha ido taladrando el cerebro de Jospin. El jefe del Gobierno tendrá que afrontar en 2001 unas elecciones municipales con fuerte carga simbólica -Lyon y París pueden pasar a la izquierda por primera vez- y en 2002 jugárselo todo en unas legislativas y en las definitivas, para él y Chirac, las presidenciales.
La derecha, desesperada ante el hecho de que sean los socialistas quiénes bajan los impuestos, ha criticado sin demasiada convicción las medidas de Fabius: "Se trata de gestos electoralistas e incoherentes" han dicho los gaullistas mientras los centristas recordaban que "el Estado renuncia ahora a 120.000 millones tras haber ganado 500.000".
Desde la extrema izquierda Arlette Laguiller también ha criticado que "no se grave a quienes se enriquecen jugando a la bolsa y que no se obligue a quiénes ganan a reinvertir a favor del trabajo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de septiembre de 2000