Kairbek Suleiménov, ministro del Interior de Kazajistán, decidido a cortar de raíz la corrupción, probó en su propia carne lo complicado que es transitar por las carreteras de su país, como por Rusia y el resto de las repúblicas de la antigua Unión Soviética. Sin decir una palabra a nadie (para no levantar la liebre), y de riguroso incógnito, se embarcó en un camión de melones que debía recorrer las carreteras de este país estepario del Asia central. Resultado: para llevar la carga a su destino tuvo que pagar 36 veces pequeños sobornos a oficiales de la policía de tráfico, de aduanas y de otros varios departamentos, a pesar de que cabe suponer que llevaba los papeles en regla y tuvo el máximo cuidado en no violar ninguna ley. En total desembolsó unas 43.000 pesetas, cantidad no tan pequeña dado el exiguo nivel de vida de los kazajos. El ministro hizo que se filmase cada una de las extorsiones y, por supuesto, ha puesto en la calle a todos los funcionarios corruptos que estuvieron implicados. No pudo, sin embargo, llevarlos ante los tribunales ya que para eso habría necesitado denunciarlos in situ. Pero ya ha advertido que, si las cosas no mejoran tras esta dura y publicitada lección, la próxima vez serán los jefes quienes se queden en el paro.-LUIS MATÍAS LÓPEZ,
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de septiembre de 2000