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Tribuna:

Cuestión de liderazgo ENRIC COMPANY

Pasqual Maragall es un político con una idea de Cataluña en la que las carreteras, los ferrocarriles, los aeropuertos, los suministros de energía y las redes de cable óptico tienen tanta importancia como la historia, la cultura y la lengua. Coherente con su concepción, el líder de la oposición socialista llamó la atención ayer sobre la orientación de las inversiones en infraestructuras prevista en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el año 2001. Al hacerlo estaba hablando de carreteras, ferrocarriles, etcétera, pero al mismo tiempo levantaba la bandera de los intereses de Cataluña y, más aún, de la concepción de Cataluña que predica.Maragall sostuvo que si se mantiene la tendencia a concebir las grandes infraestructuras españolas como un sistema fuertemente centralizado en Madrid, Cataluña perderá su carácter de región económicamente puntera en el contexto español y perderá pie en la dura competencia a escala europea.

En este punto de la pugna política para alcanzar la presidencia de la Generalitat, alzar la bandera de las necesidades de Cataluña en materia de inversiones y en grandes infraestructuras equivale, en realidad, a alzar la bandera de Cataluña a secas. Maragall es consciente de que una buena parte de la opinión pública, y por supuesto también de los líderes de opinión en el ámbito económico, percibe claramente la necesidad de que Cataluña tenga un liderazgo definido al enfocar el siglo XXI, de la misma forma que lo ha tenido durante el último tramo del siglo XX.

De manera que cuando se habla de la estrategia económica que Cataluña necesita, cuando se critica la orientación radial de las grandes infraestructuras de comunicaciones en España o se subraya la desigualdad de trato en las inversiones del Estado respecto a los directos competidores de Cataluña, lo que se está haciendo también es asumir ese liderazgo político. En un momento, obvio es decirlo, en el que el viejo líder se halla ya con un pie fuera del escenario. A Jordi Pujol le cuesta entender que el Gobierno de Aznar no le haga caso. No es sólo cuestión de aritméticas parlamentarias, que también. Es que, después de 20 años, Pujol es un político amortizado, y el de CiU es un liderazgo en retirada. Por eso, ni Pujol ni CiU dicen de los presupuestos de 2001 lo que ayer dijo Maragall.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de octubre de 2000