Todos contra mí. El mundo de los adolescentes es un perpetuo conflicto. Para empezar, la pre ocupa una fase borrosa de la vida: ya no hay descuentos en Renfe, ni tercera cama gratis en el hotel, pero todavía no se tiene derecho al Carnet Jove. Tampoco todos los pre-adolescentes (digamos que con doce cumplidos) van a seguir el mismo calendario de maduración, aunque son denominador común el acné, la rebelión y cierta inconfesada nostalgia.Un buen día llegan del colegio con esa carpeta bajo el brazo donde se les explican las trompas de Falopio y el autoconocimiento. En plena tormenta hormonal, ya no quieren compartir ni ducha ni teléfono. El AMPA no puede sacarles al parque: es el momento de las charlas sobre drogodependencias y prevención de embarazos y enfermedades infecciosas.
Al otro lado del cordón umbilical que cortan a dentelladas, y a punto que quedar definitivamente descolgados, estamos los demás, dándole vueltas a la bondad o maldad de los valores que transmiten la tele, los juegos de rol, o la pantalla del ordenador, erigidos ya en sus compañías favoritas.
"Crees que lo malo ha pasado cuando se acaban las preocupaciones por el niño. Pero lo peor está por venir". Tranquilizador, el amigo experto. Y luego leemos que uno de cada diez le pega al policonsumo de drogas (cada vez desde más jovencitos), y que la violencia es el lenguaje con que reaccionan ante las contradicciones y frustraciones que les creamos. Ahora se debaten las responsabilidades penales del menor, y espantan esos jóvenes criminales blandiendo machetes. Los tribunales de Estados Unidos juzgan y castigan a los niños como si fueran mayores. En España, el gobierno endurece su actitud respecto a los protagonistas de la violencia callejera en el País Vasco, y en Valencia la falta de centros y de medios en los juzgados provoca una acumulación de expedientes que anula toda formulación teórica. Es mentira que los chavales tengan todo el tiempo del mundo, y menos si están empapelados. Equivócate con un adolescente y verás que pasa. Aunque no sea sólo por ellos, recuerda el proverbio sudanés: "Si crías una serpiente, tu serás el primero a quien muerda".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de octubre de 2000