Hubiera sido un detallazo, la verdad, que Eduardo Zaplana se hiciera visible anoche ante las portavoces de la columna valenciana. El vice Olivas le quiso disculpar diciendo que, de poder, las habría recibido, "aunque fueran mujeres". Tampoco Prodi tuvo la elegancia, el 14 en Bruselas, y adjudicó a las miles de manifestantes un itinerario desértico que coincidía con la senda de los elefantes de la eurocracia.En cuanto a Kofi Annan, no se qué habrá pasado en Nueva York, en la concentración mundial de la Marcha, aunque tampoco me extrañaría que la situación de Oriente Próximo provoque un nuevo aparcamiento de ese presunto pacto fraternal entre géneros que nos ha de llevar al feminismo del siglo XXI.
Total, sólo somos una de cada dos ciudadanos. Después de todo, nada más pedimos medidas contra la pobreza y la violencia. Al fin y al cabo, únicamente reclamamos las más altas cotas de bienestar para la mayor cantidad de seres humanos. La plataforma surgida en Montreal ha elaborado documentos que empiezan: "Vivimos en un mundo...", y siguen descripciones escalofriantes. De ellas, y pasando a la acción, se deduce la necesidad de "resquebrajar el orden establecido, cambiar el desorden del mundo, reconstruir deconstruyendo..." y otras propuestas revolucionarias que han debido asustar a más de uno.
La marcha de Valencia, anoche, fue un éxito pese a la escasa publicidad. A las 6.30 arrancaba de la Alameda. A las siete, hora de arriar bandera, estaba frente a Capitanía. A las ocho, ante el Palau de la Generalitat. Venían de pueblos y barrios. Había jóvenes armando gresca y jubiladas con bastón. Y algunos hombres, fieles al contrato social.
Por el momento, la naturaleza de las relaciones del feminismo con el poder conservador no hacen concebir muchas esperanzas. Pasadas las 8.30, una concentrada se quejaba: "Dicen que no está, pero le acabo de ver salir".
Aunque fuera por demagogia, president, habría sido un detallazo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de octubre de 2000