En la crítica de Ángel Fernández-Santos sobre la película La espalda del mundo, dirigida por Javier Corcuera y estrenada hace pocos días en nuestro país, se decía que "ennoblece a quien asiste a ella". Justísimo calificativo para obra tan excelsa, y magnífica ocasión, pues, para el gozo del espectador atento, maltratado sin cesar por productos de usar y tirar, de no ser por un escollo insalvable: la película desaparece de las pantallas a velocidad de récord olímpico, sin esperar apenas la respuesta del público. En la ciudad en la que resido, Valladolid, se ha mantenido solamente cinco días en la cartelera, trato que jamás se da a ninguna otra película, y por lo que veo, algo parecido pasa en muchos otros lugares. De poco parece servir el Premio de la Crítica Internacional en el reciente Festival de San Sebastián, o el aplauso de la prensa. La industria de la exhibición no permite excepciones, y al final sólo quedan en cartelera las tonterías que, a través de toda suerte de señuelos publicitarios, sean rentables a muy corto plazo.- Praga Terente. .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de octubre de 2000