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Tribuna:

Fin de semana

Decía Sciascia que Sicilia es el mundo y un fin de semana es la vida, incluso la historia, porque el sábado la manifestación convocada por el PNV y respaldada por el PSOE abría el imaginario de una nueva mayoría poselectoral que ya conocíamos, y el domingo, el nuevo atentado de ETA nos resitúa en unas condiciones de normalidad ensangrentada para las que estamos largamente entrenados. La política vasca se ha trasladado a la calle, donde cada tendencia en litigio administra sus movimientos de masas singularizados, aunque los más tolerantes dejan libertad de conducta para que el consumidor elija las convocatorias que más le representan o que más interesan, subjetiva u objetivamente. Ignoro si es la característica de una situación transitoria preelectoral o si, pasadas las elecciones, cuando se reconstruyan las mayorías y ETA reajuste el ritmo de la matanza, las masas en la calle serán menos necesarias, desde la evidencia de que las formaciones políticas detestan a las masas cuando se convierten en demasiado espontáneas y autónomas.Pero como aquí y ahora, más allá de tanto verbalismo, nadie sabe qué hacer contra ETA o más allá de ETA, la movilización de las masas es un recurso por algunos contemplado como definitivo para aislar socialmente a los etarras, definitivo hasta que los etarras convocan sus propias manifestaciones o demuestran que tienen una cantera de terroristas a prueba de manifestaciones o que les vota indirectamente el número suficiente de clientes para demostrar que no están aislados y que no lo estarán mientras se escindan en el Mr Hyde asesino y el Dr. Jeckyll prisionero en los penales españoles. Mientras un imaginario anule al otro, como un aval, esta historia tiene la duración asegurada y podremos perpetuar el ritual de aterrorizados o indignados.

Ojalá tengan razón los que piensan que la movilización de masas paralizará bombas y pistolas. No disponemos de otro final feliz, en el supuesto de que existan finales felices, incluso desde la duda de que existan finales y no tengan razón los que sostienen que en todo fin hay un principio de algo no necesariamente bueno. Hubo 150.000 manifestantes según el PNV y 25.000 según el PP. Prosigue la búsqueda de los 125.000 restantes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de octubre de 2000