Dijo el señor Arzalluz que los chicos de la kale borroka hacían, eso, chiquilladas. Nos los acabamos de encontrar de asesinos en Sevilla. Dice el señor Arzalluz que las madres de los etarras sufren de ver a sus hijos (que previamente han asesinado a gente) en la cárcel y lo dice unas horas antes de que los chiquillos etarras pongan una bomba en Madrid y dejen a tres madres sin hijos o a tres esposas sin marido, que para el caso es igual.Dice el señor Anasagasti que escuchan demasiadas emisoras de radio los que afirman que en Euskadi se pasa miedo y que la gente se exilia por ello. Hay que ver las cosas que dice el señor Anasagasti. ¿Qué cree él que les pasaría a muchos residentes en Euskadi si no llevaran protección? Él, desde luego, no la necesita.
Deberían ambos callar avergonzados porque ellos son líderes en un lugar en el que ha sido cerrada una librería asaltada en muchas ocasiones y ahora clausurada porque su dueño -peligroso propalador de lecturas- ha escapado con vida a un atentado. Lo he oído en una radio y puede que no sea verdad.
Lo verdaderamente obsceno de Euskadi es que la gente que disiente deba tener miedo y que, frente a ello, lo único que se les ocurre decir a los señores Arzalluz y Anasagasti es que son exageraciones oídas en la radio o chiquilladas sin consecuencia (como las que hicieron arder la referida librería en varias ocasiones). ¿Cuál ha sido la última librería clausurada con violencia o sin ella en Madrid o en Barcelona o en Jaén?- Fernando Schwartz. Madrid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de noviembre de 2000