¿Es posible que un centro cultural como el Nuria Espert, de Fuenlabrada, se pueda permitir dejar en la calle a 25 personas por llegar cinco minutos tarde a una función?En estos tiempos tan "culturales", ¿cómo un centro de la Comunidad de Madrid, en contra del interés por la cultura que muestra don Alberto Ruiz-Gallardón, puede despilfarrar una sala sin llenar con absurdas y cuadriculadas normas de rigidez burocrática?
La incoherencia de tal política cultural llega al colmo cuando la obra en cuestión era de alguien tan antiburocrático como el autor y director Rodrigo García. Su obra en sí no dificultaba la entrada al estar dividida en "escenas", pero el creador ni siquiera se enteró de la actuación de los trabajadores del teatro. El responsable del teatro no estaba y libro de reclamaciones tampoco había. Grabadas en grandes letras sí estaba el código de honor del centro cultural: "Empezada la función no...".
¿Cómo se puede premiar con la puerta en las narices a gente amante del teatro que se toma la molestia de perderse un sábado en Fuenlabrada, por no estar ni siquiera señalizada la forma de llegar al teatro?
Podrían poner al menos que el centro cultural en el barrio de Loranca de Fuenlabrada es apenas un anexo del gigantesco centro comercial.
¡Qué maravilloso signo de estos tiempos en que el comercio devora a la cultura! Mejor ejemplo no se podía encontrar.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 3 de noviembre de 2000