Me gustaría comentarle la campaña de publicidad que la Sociedad General de Autores y Editores (extraña asociación de obreros y patronos) ha puesto en la calle. Soy consciente de que la piratería no sólo es ilegal, sino que está mal. Es moralmente reprobable publicar obras ajenas sin acuerdo con el depositario de los derechos legítimos de su reproducción. Incluso sé que también está mal comprarlas.Lo que ya no admito es que se me intente comparar el hecho meramente económico de la piratería con una violación o con el tráfico de drogas. Es nauseabundo que el cráneo privilegiado de turno haya elegido esa repugnante asociación de delitos para, encima, ordenarnos ser legales. Pues sí que están los tiempos como para ningunear las agresiones a la parte más débil de nuestra sociedad.
Ignoro si alguna asociación de derechos de la mujer ha protestado por esta despreciable campaña, propia de personas irreflexivas que ignoran la realidad en que vivimos. La imagen de la SGAE (y la de otra asociación de sello irreconocible) ha quedado, a mis ojos, desacreditada. Si hubiera que conceder un premio al anuncio más deleznable, a la campaña más insensible, a la publicidad más misógina, la SGAE debería ocupar el primer lugar.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de noviembre de 2000