No es la primera vez que la millonaria republicana Katherine Harris está en el centro de una tormenta. La única diferencia es que en esta ocasión es por acusaciones de faltar a su juramento ético como secretaria del Estado de Florida para favorecer a su partido, y anteriormente estuvo en el punto de mira por gastos y contribuciones de campaña cuestionables. Según el Tampa Tribune, desde enero de 1999 se ha gastado más de 100.000 dólares en viajes oficiales (20 millones de pesetas), y en 1994 aceptó cerca de cinco millones de pesetas en contribuciones ilegales. Capeó bien ese temporal y logró mantenerse en el cargo.Harris, de 43 años y cuya fortuna supera los 7 millones de dólares netos, ha copresidido la campaña de Bush y trabaja en el equipo ministerial del gobernador Jeb Bush. Pero ella se ha defendido diciendo que su papel es puramente de aplicación "técnica" de la ley. Su interpretación del estatuto electoral la llevó hace dos días a imponer un plazo irrevocable, que dejaba fuera del escrunio a cientos de miles de votantes de los tres condados más poblados de Florida. La opinión pública se le echó encima acusándola de quererle servir en bandeja de plata la presidencia a su amigo George Bush, a costa de la democracia. Ayer dio la cara negando que fuera cierto, pero de ella depende el próximo inquilino de la Casa Blanca.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de noviembre de 2000