Las expresiones de un camarero de Renfe de 34 años a una compañera de trabajo de 21, durante un trayecto en el tren, sobre "¡qué culito tienes!", unidas a otras referencias sobre los gustos eróticos de las mujeres o referencias a "cuando a los compañeros se les pone dura", han sido evaluadas por la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid como una técnica de "piropo", por lo que ha anulado la sentencia de un juez de lo Social, que avaló el despido del camarero, por estimarlo acoso sexual.El juez de lo Social declaró probada una serie de hechos ocurridos los días 4 y 5 de agosto de 1999, con motivo del trabajo en el servicio de restauración del tren Madrid-Fuengirola-Madrid, que resultaron violentos y molestos a la joven, por lo que, una semana después, abandonó el trabajo. Además de diversos comentarios sexuales sobre pasajeras u otras mujeres, al llegar a Fuengirola el camarero, que cenó con la joven, le hizo proposiciones eróticas, como la de acostarse juntos, que ella rechazó, y comentarios como "menudo culito tienes", y le cogió la mano, que la joven "soltó de forma inmediata". Al día siguiente, en el trayecto de vuelta a Madrid, el camarero volvió a hacer referencia al "culito" de la joven y a realizar comentarios sexuales.
Frente a la interpretación que hizo Renfe y el juez de lo Social número 4 de Madrid, que avaló el despido, la Sala de lo Social estima que durante las horas de descanso entre viajes, el camarero "no está sometido al control organicista y disciplinario de su patrono", sino que disfruta de "libertad cívica" para hacer "una proposición sexual que tiene lugar entre adultos, en su tiempo libre", por lo que es "laboralmente irrelevante".
La sentencia, de la que ha sido ponente José Ramón Fernández Otero, rechaza "cualquier puritanismo mojigato". En cuanto a las referencias al "culito" y demás comentarios, ya en el tren de vuelta, los encuadra en "una técnica alargadora (sic, tal vez quiere decir halagadora) como piropo", y asegura que "no buscaban despreciar a la compañera, sino sólo rememorar un frustrado intento de seducción, con más melancolía, pues, que agresividad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de noviembre de 2000