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El asesino confeso de Virginia Acebes declara que eligió a su víctima al azar

Luis Gabriel Muñoz Izquierdo, de 24 años, no conocía a Virginia Acebes cuando la asaltó con un cuchillo de cortar carne en la calle Iturribide de Bilbao, a las tres de la madrugada del pasado 20 de noviembre, y la traladó al monte Artxanda, donde la violó y posteriormente asesinó. Así lo declaró ayer ante el Juzgado de Instrucción número 2 de Bilbao, donde ratificó su testimonio anterior en comisaría, en el que asumió la autoría del crimen.El autor confeso de la muerte de la estudiante bilbaína de 19 años tuvo la sangre fría suficiente para regresar a Artxanda horas después del asesinato en compañía de un amigo, que desconocía lo sucedido, para "ver si aparecía [el cadáver], ya que los periódicos decían que no aparecía", según su testimonio ante la juez, al que ha tenido acceso este periódico.

Muñoz fue trasladado ayer al pabellón de Psiquiatría del hospital de Basurto, después que la juez ordenara su ingreso incondicional en prisión, acusado de asesinato y violación.

Casi al mismo tiempo, la Ertzaintza puso en libertad sin cargos al joven arrestado el jueves, que fue quien acompañó a Muñoz al lugar de los hechos, tras invitarle éste a hacerlo, "a ver si se enteraban de algo". El acusado supo del hallazgo del cadáver cuando volvió a casa y su madre le dio la noticia. En su declaración ante la juez dijo que en ese momento "no sabe lo que sintió".

Llevó a su novia a Artxanda

El acusado mató a Acebes después de que la joven le pidiese ayuda para ir al médico

El acusado, siempre según su declaración judicial, decidió vestirse y se alejó unos metros durante diez minutos, pensando si se marchaba o volvía sobre sus pasos a mirar cómo estaba la chica. Decidió regresar ya que le pareció que la joven se movía. Y así, la mala suerte se conjuró de nuevo contra la universitaria.Acebes pidió a su violador que le llevase al médico y éste "se cegó con ella" porque se sentía engañado, ya que pensó que se había muerto, no que se hubiera desmayado símplemente. Así que, primero le abofeteó y luego comenzó a asestarle cuchilladas (más de 50) hasta matarla; después se marchó.

Muñoz volvió a subir a su coche y regresó a su domicilio en Zabalbide. Por el camino fue arrojando los objetos personales y la ropa de la víctima. El cuchillo lo tiró en una curva. En un contenedor depositó aquellas de sus propias prendas que se habían manchado de sangre y el bolso que llevaba la estudiante. Apenas una hora después de abandonar el cadáver, se dirigió a la panadería de su madre, donde trabajaba, y "no dejó de dar vueltas a la cabeza" sobre lo que había ocurrido.

Durante el año que ha transcurrido no compartió con nadie su secreto; ayer aseguró a la juez que había intentado suicidarse varias veces, dos de ellas antes del crimen. Nunca ha recibido tratamiento psiquiátrico, aunque durante la mili fue sorprendido con una pistola en la boca. Sólo le recetaron pastillas.

Muñoz Izquierdo vivía antes de su detención en Sopelana y tenía novia. Según su declaración, un día le llevó a Artxanda y le contó que allí habían encontrado el cuerpo de una chica. Lo que no le reveló es que él había sido el asesino.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de noviembre de 2000

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