Nací en 1979. Por tanto, no tuve que conocer el régimen franquista, no me persiguieron los grises, no viví una dictadura y no crecí en un totalitarismo impuesto. O eso pensaba yo.En la manifestación antifascista del día 19 de noviembre, que transcurría de Atocha a Tirso de Molina, sí tuve la oportunidad de conocer todo esto.
Hay que recordar que esta manifestación estaba autorizada y que lleva celebrándose muchos años (yo misma he asistido en cinco ocasiones). En ella se encontraban unas 2.000 personas, dentro de las cuales había mucha gente joven, pero también había padres con sus correspondientes familias, disminuidos/as físicos con sillas de ruedas, ancianos/as, etcétera. Pues bien, la manifestación sólo pudo llegar hasta la plaza de Jacinto Benavente (a una calle escasa de Tirso de Molina), ya que las fuerzas de seguridad se pusieron a cargar indiscriminadamente con pelotas de goma y porras contra todo el que se encontraba allí, con las consecuencias que eso conlleva: brechas, luxaciones, hematomas...
No se conformaron con cargar un par de veces, sino que siguieron cargando hasta que dispersaron a la mayor parte de la gente, la cual, ante la imposibilidad de ir hacia adelante o hacia atrás (nos tenían prácticamente sitiados), tuvo que huir por callejuelas adyacentes, creándose verdaderas avalanchas humanas y, debido a la proximidad con el Rastro de Cascorro (y la afluencia de gente), situaciones de verdadero peligro para los manifestantes y para la gente que nada tenía que ver con la manifestación y realizaba algunas compras.
También quiero recordar que la manifestación era pacífica y que 2.000 personas no tienen la culpa de los comportamientos radicales de unos pocos que al final resultan tan fascistas como contra los que se manifiestan.
Agradezco al Gobierno de José María Aznar y a la Policía Nacional la fiel representación que del Gobierno de hace 40 años nos han ofrecido.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de noviembre de 2000