Cinco nuevos casos de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en Francia, uno en España, otro en Bélgica. Presumiblemente, la fuente del contagio son los piensos de harinas animales: quizá haya sido esta estadística de los últimos dos días la que haya hecho reflexionar a los ministros de agricultura; quizá también lo fuera la propuesta espontánea del canciller alemán, Gerhard Schröder, de una prohibición general de los piensos fabricados con harinas animales. (...) Sólo una cosa es segura: los piensos de harinas animales han desencadenado la EEB. Sin embargo, en 1994 lo único que se prohibió fue utilizarlos para la alimentación de herbívoros. Teniendo en cuenta los costes de la prohibición, en aquel momento todos los responsables se contentaron con medidas tibias; no se prohibió la fuente de contagio, ni siquiera cuando se constató que la EEB también se transmitía a los seres humanos. ¿Es que nadie puede controlar si la harina animal -incluso la importada- llega a la gamella de vacas y corderos? ¿Quién comprueba si el cadáver de un cordero transformado en piensos está o no infectado? ¿Quién puede demostrar que la EEB no puede transmitirse a cerdos o gallinas?
Es urgente imponer una prohibición general de los piensos de harinas animales. La discusión alemana sobre este tipo de piensos, en la que la ministra verde de Sanidad, Andrea Fischer, ha decidido con tenacidad a favor de los consumidores, es un ejemplo para la UE: sobre la EEB sólo pueden tomar decisiones los responsables de sanidad, no las autoridades agrícolas.
Múnich, 24 de noviembre
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de noviembre de 2000