"Pensamiental"
Nueve cuentos protagonizados por antihéroes con la rara virtud de transformar cualquier situación cotidiana en una historia grotesca: de eso va La dutxa, la obra con la que el escritor Enric Larreula (Barcelona, 1941) ha ganado la 14ª edición de el Premio Pere Quart de humor y sátira. Por La dutxa van desfilando distintos rostros de un mismo personaje, que "podría ser yo mismo, pero también alguien como tú", dice el autor. A Larreula los cuentos le sirven de terapia, al escribir y realizar el sano ejercicio de reírse de uno mismo. "Lo que antes te hacía daño se vuelve más pequeño", afirma. Para ello, utiliza "el humor blanco" y huye del "ensañamiento". Un humor tan "blanco" como el del personaje protagonista de uno de los cuentos, que, cuando trata de escoger novia, es tan pragmático que se sirve del siguiente argumento: "A mí me gustaba más otra chica, pero me decanto por ésta porque cuando me dijo dónde vivía me pareció que en su barrio aún se podía aparcar con cierta facilidad, y por poco que tuviera que durar la cosa, valía la pena aprovecharlo".
Larreula es un asiduo de este concurso literario que nació en el año 1987, poco después de la muerte de Joan Oliver. No es la primera vez que el escritor barcelonés gana el Premio Pere Quart, seudónimo con el que Oliver firmó la mayoría de sus obras. Ya lo obtuvoo 10 años atrás con La propina. Un año antes, en 1989, había quedado finalista con la obra T'han enganyat, Immaculada.
Enric Larreula empezó a escribir el libro de cuentos que ahora publicará la editorial La Campana hace 10 años, justo después de publicar La propina. Acuña el escritor un nuevo término para describir el lenguaje que utiliza en la obra: "Pensamiental". ¿Qué signfica esa palabra? "No explicar historias, sino vivirlas", responde el autor. Aparte de la terapia personal, sabe lo que quiere conseguir con sus cuentos, y lanza: "Me comprometo a hacer todo lo que pueda para que los ciudadanos de Cataluña se rían".Nacido en el seno de una familia obrera, Larreula trabajó desde los 14 años como mecánico en distintas fábricas. Cuando pudo se escapó de este trabajo valiéndose del título de dibujante que se había sacado por correspondencia. Estuvo ilustrando tebeos hasta que la pérdida de visión de un ojo le obligó a dejar el trabajo. A los 22 años escribió sus primeros cuentos y empezó a dar clases de catalán en una escuela de barrio. A los 40, se licenció en Filología Catalana. En la actualidad es profesor de catalán en la universidad. Es un autor prolífico: más de un centenar de títulos de literatura infantil y juvenil lo certifican.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de diciembre de 2000