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CARTAS AL DIRECTOR

Pobreza vitalicia

Todos hemos oído alguna vez, la palabra vitalicia (dícese de los cargos, mercedes, rentas, etcétera, que duran desde que se obtienen hasta el final de la vida) unida a pensión, sueldos o a muchos títulos nobiliarios, pero nunca se ha visto unida a la palabra pobreza, pobreza vitalicia.Se refiere a esas gentes que viven en la miseria, que han heredado de sus antepasados y dejarán a sus sucesores, pues por la falta de trabajo, oportunidades y su precaria situación social se encuentran en un agujero de miseria y desesperación, de la que sin la ayuda necesaria son incapaces de salir por mucho que quieran. Imaginémonos por un momento que estamos sin trabajo, sin amigos influyentes, viviendo en un barrio marginal y que sólo por salir de él te miran como a un bicho raro que viene a molestar, y se te rechaza totalmente.

Está claro que lo que a esta gente les falta le sobra a mucha otra, que no dudan en esconder a estos pobres si es necesario para que no les molesten ni a la vista ni a la conciencia.

Hay que tomar medidas urgentes para evitar estas herencias de pobreza vitalicia, dando prioridad a las personas, a sus necesidades primarias y básicas, haciendo hincapié en la creación de nuevos puestos de trabajo y en el reparto de las horas laborales, además de adoptar con estas personas una discriminación positiva, como se ha hecho con otros colectivos que tienen dificultades para incorporarse al mundo laboral: mayores de 40 años, deficientes,...

Si no se toman estas medidas u otras que atajen esta pobreza vitalicia, se puede convertir en una herencia que se extienda como la peste, con todo lo que esto puede conllevar.- Manu Ballesteros. Basauri.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de diciembre de 2000