No pudo articular palabra en el momento en que recibía el premio Almería, Tierra de Cine, que la Diputación concedió a título póstumo a su marido, el cineasta Sergio Leone (1929-1989), con motivo del quinto Festival Nacional de Cortometrajes que celebra estos días la ciudad. Carla Ranalli (Roma, 1937) sólo pudo balbucear : "No sé qué decir, muchas gracias". La que fuera compañera del director que descubrió la provincia almeriense como un gran plató de cine ha regresado a la tierra en la que Leone rodó sus cinco westerns: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965), El bueno, el feo y el malo (1966), Hasta que llegó su hora (1968) y Agáchate maldito (1970). Para Carla Ranalli, el homenaje ha supuesto un reencuentro con una época amable, baños en la playa, gentes sencillas y gazpacho, mucho gazpacho.Pregunta. ¿Qué sentiría Leone si estuviera vivo en estos momentos?
Respuesta. Habría sido tan feliz como pocas veces, porque él amaba muchísimo España. Era un fanático de este país. Le encantaba la cocina, sus gentes y la manera de vivir.
P. ¿Cree que el reconocimiento a su trabajo ha llegado tarde?
R. Un homenaje nunca llega tarde. Lo importante es que se haya hecho, no cuándo. Yo, desde luego, me siento muy satisfecha.
P. ¿Cuál es el mejor recuerdo que conserva de su paso por Almería?
R. Son tantos que tendría que escribirlos. Lo cierto es que cuando Sergio rodó en Almería yo solía quedarme en la casa junto a la playa cono nuestros hijos. Recuerdo que compraba pescado fresquísimo los domingos y también el descubrimiento del gazpacho. Era una época maravillosa. Y ahora, con el regreso, he redescubierto a amigos de toda una vida con capacidad de querer y de hacerse querer.
P. ¿Nunca se animó a participar de forma activa en los rodajes?
R. Siempre acompañaba a mi marido cuando rodaba, allá donde fuera. De hecho, bailé en la primera película de Sergio. Y también aparecí en Érase una vez América (1984), de lejos, sentada en la playa. Para mí eso fue suficiente. El cine no me ha hecho demasiado feliz.
P. ¿Y qué hay del Sergio Leone hombre, no director?
R. Era un auténtico loco, aunque muy simpático y muy alegre. Todo el mundo se reía con él. Invertía mucho tiempo contando a sus amigos la película que iba a hacer antes de tenerla escrita. Era una fuente inagotable de ideas y de fantasía y muy agradable. Tampoco tenía envidia de nadie.
P. ¿Le quedó algún proyecto en el aire?
R. Sí. La película La batalla de Stalingrado, que nunca rodó porque murió antes. Iba a ser un largometraje total, según me contaba.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de diciembre de 2000