"La paz es la guerra". Si es que está claro, y no hay más ciego que el que no lo quiera ver. El auténtico Big Brother, no el sucedáneo de Tele 5, sino el de verdad, el Estado, ha concedido un gracioso (por ridículo, más que nada) indulto a cuatro centenares de insumisos que, infelices ellos, se habían atrevido a contestar su autoridad.Obviando el hecho de que todavía queda una docena de desobedientes en la prisión militar de Alcalá de Henares, podemos hacer un par de reflexiones acerca de estos indultos. La primera, la curiosa paradoja de que el mismo Estado que participó en los bombardeos sobre Kosovo en 1999 o sobre Irak hace diez años, y que obliga a miles de magrebíes cada año a intentar la aventura suicida del Estrecho, sea el que tenga que perdonar a los revoltosos. La segunda, que lo que llevó a esos insumisos a cuestionar el orden actual, la existencia del Ejercito, no ha cambiado para nada. Es más, este nuevo Ejército es cada vez más caro y, pese a la imagen de ETT que quiere ofrecer, no está para dar empleo a jóvenes aburridos, sino para asegurarse de que sean los mismos de siempre los que tengan la sartén por el mango.
"La paz es la guerra", decía al principio. Pues eso: guerra en Kurdistán, con armas fabricadas a pocos kilómetros de mi casa, y paz social en Niza, Dios y la Policía mediante.- Javier Rodríguez Hidalgo. Portugalete.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de diciembre de 2000