Machado preparó un discurso, nunca leído, para ingresar en la Academia. A mi modo de ver, significó la convergencia de numerosos afluentes que nacieron en Los complementarios. Detengámonos un instante. En un momento dado, Machado dice: "Soy poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y palidez del lenguaje, y a todo cuanto en Literatura no se recomienda por su contenido (...) la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada".Estamos ante el viejo problema del fondo y de la forma, que en nuestro poeta tendrán especial significado. Machado postula una poesía en la que las palabras fueran transmisores de contenidos, no interpretaciones de los contenidos. Por eso su pretensión era comunicar la realidad sin las adulteraciones que produce la literatura. Una y otra vez se ha manifestado contra las selecciones artificiosas a las que llamamos metáfora o imagen, por cuanto pudieran tener de intelectualización.
Lo que él propugnaba era una poesía en la que hubiera intuición para descubrir la esencia de las palabras, no para encubrirla; aspiraba a comunicarse sin ambigüedades, lo que significa tanto como eliminar todo aquello que pudiera dificultar la comprensión y en la metáfora veía esas relaciones extralingüísticas que no facilitaban el entendimiento.
En sus cuadernos de escritor, Antonio Machado había partido de un verso de Verlaine ("de la musique avant toute chose") al que interpretan de manera "literal y calumniosa" para "hacer de las palabras mero conjunto de sonidos modulados para recreo del oído". En verdad, no se puede desgajar este verso, el primero del Art poétique, del conjunto del texto, donde Machado se encontraba tan a gusto.
Verlaine postula, desde ese mismo momento, un arte en el que las palabras no lo sean todo, en el que los matices hagan olvidar los colores y en el que se retuerza el cuello a la elocuencia. Cierto, "todo lo demás es literatura". Pero, me pregunto ¿no es una formulación harto afín a la descripción de la poesía pura que Paul Valéry hizo a Jorge Guillén?
No es la primera vez que don Antonio, ante problemas afines, reacciona de manera contradictoria. Pero lo que me interesa en este momento es glosar su defensa de Verlaine: tenía razón al salir tan gallardamente en ayuda del gran poeta francés, porque lo que estaba haciendo era defender un modo personal -el suyo- de hacer poesía. Consideramos el libro fundamental de Georges Zayed sobre La formation littéraire de Verlaine; pues bien, si leemos las conclusiones, nos parece escuchar un acompañamiento íntegramente válido para Machado: sencillez, sinceridad, dulzura, ternura, melancolía... Todo salpicado con un grano de velada sensualidad y de ironía sutil. No hace falta más para justificar y justificarse.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de diciembre de 2000