A Bill Clinton se le recordará con afecto como un gran pacificador, y se merece esta fama. Estamos acostumbrados a la idea de que un presidente saliente de Estados Unidos sea simplemente un pato cojo. Entre las elecciones de noviembre y la jura del nuevo presidente de enero próximo, poca cosa puede hacer un presidente más allá de empezar a garabatear sus memorias. Sin embargo, el carismático presidente Clinton es diferente. Su visita a la República de Irlanda y a Irlanda del Norte recuerda que tiene todavía una importancia mayor de la que tuvo nunca antes. Como dijo un vecino de Dundalk, "es más grande que el Papa".A Bill Clinton se le recordará en el futuro por el sexo, las mentiras y el vestido manchado, pero por encima de esas cosas es un hombre de dinamismo y sustancia. Mientras George W. Bush da la impresión de tener una ignoracia casi reaganiana en cuestiones de política exterior, Clinton ha mostrado un entusiasmo formidable para tratar de resolver crisis complicadísimas de la política exterior. En algunas ocasiones las cosas salieron mal (...) como ocurrió en el genocidio de Ruanda (...), pero en muchos casos ha jugado un papel muy positivo en el involucramiento de EE UU en el exterior. (...) Si sigue manteniendo un papel en el proceso de paz de Irlanda del Norte después del mes de enero, es posible que todos salgan ganando. (...)
Las personas juegan un papel importante en la historia. El entusiasta Clinton merece ser recordado por algo más que por Monica.
Londres, 12 de diciembre
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de diciembre de 2000