La guerra sucia que Israel ha desencadenado contra los líderes de la Intifada, como alternativa a la matanza de la población civil en los dos primeros meses de la revuelta, se cobró ayer una nueva víctima, elevando así a 19 el número de dirigentes palestinos asesinados en poco más de tres semanas.El último asesinato de los servicios secretos israelíes es el del dirigente de Al Fatah, Samih Malabeh, de 27 años, que murió en la noche del sábado al domingo en su domicilio de Kalandia, en la frontera de Jerusalén, destrozado por una bomba. Malabeh, responsable de las fuerzas Tanzim en el campo de refugiados de Kalandia, dirigía una tropa disciplinada, que había convertido la carretera entre Jerusalén y Ramala, una de las más transitadas de la zona, en un verdadero infierno, poniendo asimismo en peligro la seguridad del aeropuerto de Jerusalén, dedicado a vuelos internos. Malabeh había sido detenido en los últimos años por las fuerzas israelíes en numerosas ocasiones, pero esta vez la acción ha sido contundente y definitiva.
"No sabemos con exactitud cómo ha sucedido su muerte. Estamos aún investigando el caso", aseguraba ayer un portavoz policial palestino, al tiempo que recalcaba que se habían incrementado las medidas de seguridad en torno a otros dirigentes de la Intifada.
Indignación
Esta cadena de asesinatos está provocando la indignación de la población palestina, pero al mismo tiempo la perplejidad de las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, algunas de las cuales han empezado a abordar seriamente el tema, pidiendo la intervención internacional, para parar las acciones de los servicios secretos israelíes. Entre las notas de condena más firmes resalta Al Haq en Cisjordania y el Centro Palestino para los Derechos Humanos en Gaza, quienes se niegan a aceptar que a la Intifada se la pueda considerar una "guerra".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de diciembre de 2000