En estos días, podemos contemplar nuestra sociedad de consumo en uno de sus despliegues, quizá el más memorable: desde las iluminaciones exageradas en pueblos y ciudades, hasta cantidades de productos alimenticios y de regalo.Las personas que analizan nuestra sociedad planetaria, nuestra aldea global, nos dicen y nos repiten que el 18% de la humanidad posee el 80% de los recursos de todo orden (cito a Mayor Zaragoza en su artículo Si quieres la paz, constrúyela) y también dice que "la cultura de la paz es la cultura de compartir mejor". Sería muy bueno que hiciéramos esto pero, en mi modesta opinión, creo que ya no se trata sólo de compartir, sino que, en justicia, debemos restituir lo que diariamente robamos los que estamos sentados en la mesa de la opulencia, utilizando productos de usar y tirar, frente a los que no tienen lo necesario para vivir y que, mirándonos, mueren de hambre y de tristeza.
Dicen y repiten que nuestro nivel de vida no se puede internacionalizar sin que la mayor parte de la población y la misma tierra perezcan en ello. Entonces, ¿es justo que unos tengan unos sueldos millonarios mientras otros reciben un salario miserable, si tienen la suerte de trabajar? ¿Es de justicia lo que se paga por pinturas y objetos de famosos cuando otros no tienen nada? ¿Es humano que, según dicen, cada español nos gastaremos al menos 100.000 pesetas en consumo innecesario en estas fiestas?
No quiero contentarme de sentir el corazón oprimido y llorar: me uno a los que denuncian nuestro bienestar a costa de la miseria de los pueblos empobrecidos.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de diciembre de 2000