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OPINIÓN DEL LECTOR

A un conductor de ambulancias

Ayer me dijeron que había muerto. Se llamaba Fernando Galán y era un hombre como tantos otros.

Trabajaba como conductor de ambulancias y me llevaba a casa todas las noches al salir de mi rehabilitación de un hospital de la Seguridad Social.

Era menudo como un pajarito, hablaba muy poco y siempre sonreía; jamás le vi ponerse nervioso o alterarse con la locura del tráfico de Madrid; trabajaba 12 horas cargando y descargando enfermos.

Yo le llamaba 'el hombre tranquilo'.

Creo que su muerte se ha debido a algo de hígado, pero también es posible que su pobre cuerpo no haya aguantado semejante vida.

Aprovechando esta ocasión, quiero hacer un homenaje a los miles de ambulancieros que he ido conociendo tras 15 años en una silla de ruedas, que a pesar de su duro trabajo siempre tienen una sonrisa o una broma para la persona que van a recoger.

Ayer murió Fernando Galán, uno más de estos seres anónimos que nunca recibirán un oscar, un goya o un príncipe de Asturias; uno de los que 'nadie hablará de ellos cuando estén muertos'.

Ayer murió Fernando Galán, sólo tenía 40 años. Adiós para siempre.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de enero de 2001