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COLUMNA

En la playa

Hace mucho frío en Madrid para bañarse, pero, sin salir de la ciudad y sin llevar el bañador, podemos los madrileños ir a la playa. Así, A la playa, se titula la exposición que ha organizado la Fundación Mapfre. Allí se puede encontrar a los bañistas del primer tercio de siglo pasado, hay que decir, del XX, porque aún no tenemos costumbre de llamarlo así.

El visitante comprobará que la imagen que entonces daban los veraneantes de Ondarreta, de La Concha, del Sardinero, de Valencia, de Punta Umbría o de Cadaqués era más estética que la de ahora. También daba una sensación de cierta incomodidad ver a señoras vestidas de blanco hasta los pies, tocadas con grandes sombreros, y caballeros bien trajeados y con jipijapa paseando al borde del agua o sentados en sillones de mimbre, mientras los jóvenes, con bañadores que parecen de museo, se disponen a echarse al agua. Estas escenas se ven en los cuadros de Sorolla, Plá, Beruete o Regoyos colgados en la exposición. La gente se bañaba por prescripción facultativa. Se daban consejos a los bañistas. En un libro de Ciro Bayo publicado en 1905 sobre el veraneo se dice, por ejemplo: 'Aunque algunos aconsejan entrar en el agua de golpe y porrazo, creemos más conveniente el vagar en traje de baño, ora haciendo juegos malabares con chinas y arena, ora cabando pozos de agua, ora jugando con la onda como la Galatea de Gil Polo'.

Los personajes en los cuadros tienen aspecto de hacer algo de eso. Hay también soberbias 'marinas' de Meifrén, de Mir, de Anglada Camarasa, de Gustavo de Maeztu, de Antonio Gomar, una misteriosa Vista de Cadaqués del primer Dalí así como preciosas ilustraciones para revistas de Rafael Penagos. Especial interés tiene la colección de apuntes y bocetos que los pintores hacían en la misma playa en pequeñas tablas.

A fines del XIX y comienzos del XX se empezó a descubrir la Naturaleza y en la playa tuvo el hombre de la ciudad el primer encuentro con ella. Ahora, en el crudo invierno, Madrid tiene ocasión de contemplar ese descubrimiento. Madrid, la ciudad de acendrada vocación marítima...

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de enero de 2001