Cuando se juega un partido de fútbol el horario del metro se alarga y se refuerzan las líneas de autobuses. Incluso se acorta el horario laboral de algunas empresas (y no se producen los habituales atascos para entrar en la ciudad), varían las programaciones de radio y televisión. Pero se sale de noche cualquier día laborable y, al acabar los teatros, los cines, las salas de conciertos, etcétera, que no son pocos, ya no funciona la red de transportes públicos y hay que pagar más por un autobús nocturno y mucho más por un taxi.
¿Es ésta la oferta cultural de una Barcelona que quiere ser líder? ¿Es menos importante la cultura que un partido de fútbol respecto al transporte público?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de enero de 2001