Anteayer falleció Antonio, un sin techo del barrio de Abastos, y unas manos anónimas depositaron un ramo de flores en la acera donde solía sentarse. Me conmueve ver que en nuestro mundo tan negro e individualista, con cada vez más excluidos, se dan todavía gestos tan sencillos de pura humanidad.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de enero de 2001