Desde 1949, Joaquín Romero Marchent ha escrito 20 guiones y dirigido 22 películas, la mayoría westerns de bajo presupuesto, incluidas varias de la saga de El Zorro y El Coyote. 'El cine es una industria, como fabricar cepillos de dientes. Llevo 50 años en el negocio, entré sin ser un aficionado y sigo sin serlo, más bien me considero un esclavo de él', señaló en el coloquio posterior a la proyección de su filme Fulano y mengano (1955).
La sesión la completó La buena estrella (Ricardo Franco, 1997), la emotiva historia de un triángulo amoroso centrada en Antonio Resines en el papel de un carnicero castrado, cuyo éxito catapultó las carreras de sus protagonistas y de su director, según recordó Pedro Costa, el productor. Costa y Ángeles González Sinde, la guionista, recordaron las extensas discusiones sobre el alcance clínico de la lesión del personaje de Resines: '¿Tiene pene o no tiene pene?, ¿sólo testículos?'. 'Después, Ricardo, el director que menos lamentaba tener que cortar escenas, suprimía todo en el montaje, y quedaba mejor', señaló Pedro Costa.
'¿Eran conscientes del riesgo de que la gente pensara que Resines era un blando?', preguntó un asistente. 'Nunca se saben los riesgos de cómo quedará lo escrito en imágenes, pero pese a su falta de testosterona, de teórica virilidad, el personaje consigue sus objetivos de tener una familia', disintió González Sinde, aunque reconoció que Pilar Miró, cuando leyó el guión, calificó al protagonista como 'un gilipollas y un cursi'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de enero de 2001