para sobrevivir en los pocos años que me quedan hasta la, nunca como ahora, ansiada jubilación, he decidido reírme y hacer reír a mis alumnos haciendo de juglar en lo que tenían de actores, narradores de historias, fábulas, etcétera, intercalando alguna píldora que les sirva para saber quiénes son y adónde van. Palío así mi frustración profesional y eludo en alguna medida la temible depresión. Consciente soy de lo lejos que estoy de poseer el talento y el arte de la digna profesión del payaso.- Juan Antonio Navarro Abrines.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de enero de 2001