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El promotor del 'caso Azpiegitura' dice que Ereño y López engañaron a la sociedad foral

La sesión de ayer en la repetición del juicio por la supuesta estafa de 571 millones de pesetas a la Diputación vizcaína colocó en el banco de los testigos al principal impulsor de la denuncia, José Luis Bilbao, presidente de Azpiegitura entre julio de 1991 y 1995.

El informe de Idom de finales de 1992 debió de resultar como una revelación para el equipo que comenzó a dirigir Azpiegitura tras las elecciones de 1991. El texto recalcaba la existencia de obra certificada por el estudio de arquitectura de López y pagada por la Diputación, pero no realizada por Ereño por valor de 90 millones de pesetas. 'Intuimos que ahí pasaba algo gordo', manifestó Bilbao. Eso les llevó a sospechar de las inyecciones.

Para entonces, tal y como explicó el diputado peneuvista, la 'muy deteriorada' relación con la dirección de obra, encarnada en Alberto López, había forzado a rescindirle el contrato y, después, a presentar una demanda civil, primera piedra de esta causa. A Ereño se le echó de la obra cuando remitió una carta en marzo de 1993 en que advertía de que o se subía el precio -que para entonces se había 'disparado' a 2.000 millones, recordó Bilbao- o se bajaban las calidades.

Desfase

Para esas fechas, tal y como reconoció Bilbao, Azpiegitura había pagado la primera fase de las inyecciones, que ya tenían un desfase de 100 millones sobre los 334 millones previstos. Y se aprobó la segunda tanda de inyecciones de sulfatos y cemento 'porque nos decían que los edificios colindantes se venían abajo'. Como la segunda tanda 'no podía ser cuantificada, pedimos que se controlara a través de unos informes, que proporcionó la Universidad de Cantabria e Ingenieros'. Los letrados de las defensas de Ereño y López, estuvieron especialmente incisivos con el que consideran el principal responsable de la denuncia y de la situación que arrastran sus defendidos desde que estalló este caso en septiembre de 1993. Insistentemente pretendieron remarcar que fue el equipo de Bilbao el que aprobó y pagó la mayor parte de las inyecciones y que, pese a la 'multitud de controles', no pudieron evitar la supuesta estafa que luego denunciaron, dando a entender una deficiente gestión.

Bilbao mostró siempre un tono tranquilo, sin molestarse por tener que repetir sus respuestas y ayudado en algunas ocasiones por una guía de fechas que la sala le permitió usar. 'Fíjese si nos convencieron [los informes] que los pagamos. Con tanta ciencia delante era difícil pensar que nos estaban engañando', dijo.

El 'dedo acusador' y la memoria

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de enero de 2001

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