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Open de Australia | TENIS

Fue otro Moyà

El primer sorprendido fui yo. Aposté con claridad por Carlos Moyà porque el juego que había estado desplegando en Australia inspiraba mucha confianza. Sin embargo, ayer fue otro Moyà. Ni logró ser efectivo con su primer saque, ni consiguió desbordar con su derecha al francés Sebastien Grosjean. Comenzó mal el partido y todo se fue encadenando de una forma envolvente que parecía atenarzarle.

Grosjean hizo su partido. Ya había anunciado frente a Norman que estaba en un gran momento. Pero ayer tampoco demostró nada especial. Constató que es un buen jugador, con un saque efectivo y que tiene buenos golpes de fondo. Si se le deja jugar se convierte en peligroso, porque tiene buena técnica, sabe jugar a la contra y se mueve bien.

Pero eso es justamente lo que suelen impedir los grandes jugadores. El Moyà que ganó a Ríos, Rosset, Hewitt y Schuttler no le habría permitido a Grosjean sentirse tan cómodo en la pista. Lo que pudo verse fue que el francés marcó el ritmo del partido. Y cuando Moyà intentó hacer cosas para desbordar a su rival las bolas se le escapaban. A mí nunca me pareció que Carlos pudiera dar la vuelta al partido. Su saque no le ayudó. Y el desarrollo del juego le fue creando dudas hasta acabar perdiendo la fe. Lo mejor es borrar este partido, y pensar que ha sido sólo un accidente: acaba de comenzar la temporada y, aunque ha jugado a un gran nivel, le faltan partidos para regularizar su rendimiento.

Carlos debe marcharse de Melbourne valorando por encima de todo los aspectos positivos. Salía de una mala temporada y en el primer Grand Slam del año ha llegado a los cuartos de final. Eso lo habría firmado de antemano. Y, además, su cota de confianza personal se ha elevado de una forma espectacular. Lo demuestran tanto las declaraciones de autoafirmación que realizó reflexionando sobre el hecho de que, excepto a Agassi, ya había ganado a todos sus posibles rivales, como su afirmación de que en el vestuario ya le ven de distinta forma. En realidad, no es que los demás le miren distinto, sino que él mismo se ve de otra manera.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de enero de 2001