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Dumas lamenta durante el juicio llegar al final de su vida con el 'riesgo de un deshonor'

Dumas no desmintió por completo a su amante. Si ésta había sostenido que trabajaba 'de enlace' entre el ex número dos de Elf, Alfred Sirven (hoy fugitivo de la justicia) y el ministerio de Exteriores, Dumas reconoció que en Elf funcionaban 'dos estructuras, la tradicional y otra paralela'; y que Deviers-Joncours le traía mensajes, que no procedían del presidente oficial, Le-Floch Pigent, sino de Sirven.

Fueron dos horas y media de forcejeo entre la presidenta del tribunal, Sophie Portier, y el ex ministro y antiguo abogado. Pero nadie le preguntó en qué consistían los mensajes.

Presidenta. Usted sostiene que no influyó en el contrato de Christine Deviers-Joncour. Sin embargo, André Tarallo (ex director general de Elf) ha dicho que la contrató por deseo de Dumas...

Dumas. No, de Alfred Sirven.

Presidenta. De Sirven, sí; al que se lo habría pedido usted...

Dumas. ¡Jamás solicité nada a Tarallo!

Presidenta. Él no ha dicho que usted se lo pidiera, sino que no se opuso a una contratación pedida por Sirven, que creía procedente de una demanda ministerial.

Dumas. Repito, por mi honor: ¡Jamás pedí eso a nadie! (...) Yo no sabía lo que implicaba su contrato y no conocía su remuneración.

Presidenta. ¿Pensaba usted que ella lo hacía gratuitamente?

Dumas. ¿Eso le parece a usted naïf (ingenuo)?

Presidenta. Volvamos a lo que hacía la señora Deviers-Joncour en el Quai d´ Orsay...

Dumas. Bueno, me traía a veces algunos sobres. Era una emisaria, pero no de Le Floch-Prigent; más bien, de Sirven.

Presidenta. Entonces, la tarea desempeñada por la señora Deviers-Joncour... ¿diría usted que fue la de ocuparse de la mensajería... o más bien del secretariado?

Dumas. Ya se lo he explicado; interprételo usted como quiera.

El ex ministro de Exteriores describió su relación personal con su antigua amante: fue 'íntima, profunda' y 'recíproca', durante cuatro años. Pero 'no teníamos vida en común, en el sentido en que se entiende generalmente'.

Para explicarlo descendió a ciertos detalles: 'Yo no tenía las llaves del apartamento. Al llegar tenía que llamar al interfono. Un día, Christine me dijo: 'No subas, no estoy sola', lo cual no era difícil de comprender: el que estaba era Gilbert Miara'. Dumas aludía así a otro de los amantes de tan solicitada señora, que, sentado también en el banquillo de los acusados, esbozó una sonrisa.

Retribuciones

Y entonces intervino el fiscal, Jean-Pierre Champrenault, quien volvió a la carga a cuenta de la formidable retrobución pagada por Elf a la ex amante del ex ministro. El fiscal consideró extraño que Dumas desconociera los recursos con que contaba una persona con la que aquél compartía su intimidad. Y el ex ministro se revolvió contra él: 'Es fácil criticar la vida privada, pero si se mira un poco por todas partes, incluso en su casa, se encontraría sin duda cosas peores'.

También sacudió a las jueces instructoras, de las que dijo que habían estado más interesadas por unas cartas anónimas -esta causa empezó por una denuncia sin firma- que por averiguar la verdad. Y se quejó: 'Hace cuatro años, 48 meses, que vengo sufriendo la presión mediática'.

En cuando a las imputaciones de haberse beneficiado indirectamente del dinero pagado a su amante, el forcejeo terminó con preguntas sobre los botines Berlutti de 11.000 francos (275.000 pesetas) que la amante le regaló a Dumas. 'Ya se los he devuelto', contestó, rápido, Dumas. '¿Y el cuadro David y Goliath comprado a nombre de usted y pagado por ella?'. Y entonces se levantó la amante: 'Es mío, es la única obra de pintura contemporánea que me he regalado a mí misma', eximiendo así a Dumas. Continuará.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de enero de 2001

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