El balonmano moderno se impuso al clásico. España exhibió un juego excelente, rico en recursos y toques artísticos, para invalidar con facilidad a Alemania (31-22) en su primer partido teóricamente difícil en el Campeonato del Mundo. A la selección de César Argilés le basta hoy (18.00, La 2) un empate con Croacia para concluir la primera fase como líder del Grupo C y allanarse la siguiente.
Argilés planteó el partido con tres objetivos: variar las distancias al defenderse, con cambios frecuentes en el hombre avanzado; potenciar el contraataque, aprovechando la torpeza para el repliegue de Dragunski (2,14 metros), y utilizar como pivote atacante a Colón, cuya movilidad, mayor que la de Xepkin, le permite salir a la línea de los nueve metros para apoyar la circulación del balón y garantizar la continuidad.
No todo salió bien en la primera parte: Ugalde, especialista como avanzado, defendió mal como último hombre por la izquierda, aunque brilló al atacar; y, una vez más, falló la artillería de Garralda y Lozano. Pero, en cambio, el equipo estuvo formidable en otros aspectos: los tiros en penetración de Duishebáiev y Masip, el fulminante contragolpe y la exhibición de Barrufet. El estilo moderno y creativo de la Liga Asobal se impuso con creces (15-11, en el descanso) al de choque de la Bundesliga.
Esa conclusión quedó subrayada en la segunda mitad, casi perfecta por el lado español. Anulado Kretzschmar, el entrenador alemán cambió a su otro talento, Von Behren, por el rudo Immel, un gran tirador pero de pocas luces. España llegó a atacar con cinco pequeños -Ortega, Ugalde, Hernández, Duishebáiev y Masip- y Xepkin contra los tiarrones germanos. Además, resucitó Lozano, brillante.
'Por primera vez en mucho tiempo, España no ha hecho locuras', resumió Argilés.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de enero de 2001