Sorprende ver en estos tiempos, en la cartelera teatral madrileña, algo verdaderamente nuevo entre tanto espectáculo (no me atrevo a llamarlo teatro) que no arriesga nada, que sólo busca la inmediata rentabilidad de taquilla, y, en muchos casos, con no poca caspa.
Por ello, en el teatro Galileo se respira como una bocanada de aire fresco, de puro teatro, la hermosa puesta en escena que se hace de la obra Náufragos, una inteligente comedia sobre la soledad y el amor, uno homosexual y otro más convencional, que emociona tanto por el texto como por el impresionante trabajo de los actores de un grupo poco conocido: Vértigo Teatro. El único problema es que entre esos actores no hay ninguno conocido o que aparezca en televisión; así que la sala, el pasado sábado al menos, cuando yo fui, no estaba, ni mucho menos, llena. Además, el tiempo es limitado: la obra sólo estará en cartel unos pocos días.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de enero de 2001