Como parece que la 'maravillosa' reforma de la plaza de Oriente no satisfizo la megalomanía galopante de nuestro alcalde, éste ha decidido acometer ahora la mejora del paseo del Prado. Es descorazonador cómo se pueden ver ya los tocones de lo que antes eran unos magníficos árboles, en su mayoría sanos. Peor aún es el futuro que nuestro alcalde parece reservar a uno de los paseos más bellos de Madrid. Pero lo más deprimente es que a los madrileños (o por lo menos a aquellos que en las últimas elecciones demostraron tener el nivel cultural suficiente como para no votar al señor Manzano) parece no importarles.
Por favor, no dejemos que se repita la historia de la plaza de Oriente. Es inexplicable cómo un alcalde que parecía tener tan grande admiración por Carlos III, hasta el punto de plantar una estatua suya en el centro de la Puerta del Sol, ahora pretenda destruir uno de los puntos emblemáticos de la reforma urbanística de los Borbones en nuestra capital. Impidamos este nuevo atropello antes de que la política de hechos consumados del alcalde prive a los madrileños de tan importante conjunto en aras de una mal entendida modernidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de enero de 2001