Otro de los temas principales que apreciábamos en la lírica popular de la aceituna -seis eran- es la alabanza de la mujer. De nuevo en el pueblo de Jódar (Jaén), al lado de boleros y mazurcas, la fiesta de Santiago nos brindará este fandango que cantó el grupo Andaraje de espléndida manera: 'Si alguna vez vas por Jódar / no equivoques el camino, / que es lo mejor de Jaén / sus mujeres, sus olivos'. No se quedará atrás esta jota de Onsares: 'Soy de Onsares, no lo niego, / tierra de buena aceituna / y de las mujeres guapas / porque fea no hay ninguna'.
Y con el de la mujer, como la zarza con su vallao, el tema del amor, soberano y señor de esta lírica. Tanto, que es posible apreciar en él varios subtemas: La búsqueda: 'Andas diciendo a la gente / que tienes un olivar. / El olivar que tú tienes / es que te quieres casar'. Otra vez en Capillo de Arenas: 'La aceituna en el olivo / si no se coge se pasa. / Y eso te pasará a ti, / morena, si no te casas'. El sutil galanteo: 'Yo cojo las bajeras / tú las de arriba. / Por entre rama y rama / miro y me miras'. El noviazgo: 'Por los olivares / me vine sola. / Me encontré con mi novio, / ¡Jesús qué gloria!'
Claro que no siempre cuaja la relación: Lola Suardíaz nos da este lamento de la Sierra de Segura: 'El querer que te tuve / fue aceitunero. / Se acabó la aceituna, / ya no te quiero'. Aunque seguramente, no por pasajero, dejó de ser intenso, como suele ocurrir en las lides del corazón: 'La mujer que no ha tenido / amores aceituneros, no sabe que se ha perdido / ganar la gloria del cielo'.
O tal vez no se supo aprovechar la ocasión, como testimonia esta jota de Sorihuela de Guadalimar, recogida por Lola Torres: 'Morenita resalada / dicen los aceituneros. / Otra vez que me lo digan / tengo que irme con ellos'. Las analogías y metáforas entre el cultivo y el sentir serán múltiples: 'Va criando mi querer / raíces como la oliva. / Más raíces tiene ahora / que cuando lo principié'. Y por fin el hombre, que también se quejará a su modo: 'Tanto me da que me alabes / como que me quites fama. / Yo soy como el verde olivo, / que en quitándole una rama / sale más fortalecido'.
El contraste con los suspiros y las penas del querer lo pondrán, cómo no, las penalidades de esta labor, dura donde las haya, y no tan rentable para los pequeños propietarios, que también hay muchos: 'La casa del olivar / ni la alquilo ni la vendo. / Que en ella murió mi padre, / jarto de pasar tormentos'. Ganancias pocas y pasajeras: 'Cogiendo la aseituna / gané un vestío. / Me lo puse tres veces, / ya se ha rompío'.
Una prolongación de estas penurias y de esta economía del subsistir nos encontraremos ya entrando en Granada, por Huéscar: 'Por San Juan la olivarera / de chasco cierto. / Si le ves una oliva, cuenta por ciento. / Olivica, olivica, / te voy cogiendo, / para media fanega / me falta medio'. Y ya en Málaga, camino del occidente, un nuevo eco de esas dificultades, a manera de compendio y arremate, que es como llaman al día último de la recolección, el día de los festejos y la comilona: 'Adiós al olivarillo (ya cambió el diminutivo, antes -ico) de la aceituna, / para que al año que viene / echéis alguna. / Ya se acabó la aceituna, / ya me voy a mi lugar / y los amores se quedan / colgaos en la estacá'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 31 de enero de 2001