Descubres que tu padre no es Superman; que el bolígrafo Bic de cuatro colores no tiene nada de mágico y que, por mucho que reces, tu abuelita acaba muriéndose exactamente igual. Descubres que no eres invulnerable; que los mejores años siempre los ves por el retrovisor y que las canas sólo hacen más interesantes a los demás. Descubres que el amor es un espejo, que la fidelidad no existe y que donde se está más calentito acabas quedándote para siempre. Descubres la verdad y se acabó la magia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de febrero de 2001