Estamos todos locos y encima no se nos cae la cara de vergüenza. Alemania ha prohibido el consumo de caramelos que llevan gelatina de procedencia porcina y los hilos quirúrgicos de procedencia vacuna. Además, va a sacrificar 400.000 reses por si acaso. De una enfermedad que no puede decirse que tenga relevancia médica, estamos demostrando al Tercer Mundo que comer no es importante. Que ellos, que no tienen nada que echarse a la boca, en el fondo tienen suerte, en una época en la que los productores pueden ofrecer a los consumidores los alimentos más seguros de la historia.
La BSE, con unos 40 casos en toda Europa, exige medidas más importantes que el avance del sida en continentes como África, enfermedad calificada de epidemia.Verdaderamente nos estamos riendo del resto del mundo.
No se trata de dejar que la enfermedad avance, sino de controlarla eficazmente, sin locuras. Los medios de comunicación y la afición que hemos cogido los ciudadanos a buscar grandes crisis en los titulares no han ayudado a resolver el problema de forma inteligente. Hace poco, un filósofo o sociólogo (no recuerdo bien quién) decía que estamos atravesando una época mediocre y que en el fondo lo único que podemos hacer los ciudadanos de a pie es esperar a que pase. Que sea rápido, por favor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de febrero de 2001