He leído estos días distintas posturas sobre la eutanasia. Algunas de ellas me han parecido estremecedoras por la insuficiencia de datos con la que se trata este asunto. Quizá por eso me he acordado de la vivencia de una amiga. Su padre murió hace unos días, rodeado del cariño de los suyos. Los médicos le daban un año de vida. Ha durado siete, y le evitaron el dolor con fármacos adecuados para estos casos.
También me ha venido a la memoria el caso de un hombre que tenía a su padre muy enfermo. Le pidió al médico que le diera algo para que muriese, pues al cabo de tres días marchaba de vacaciones. El médico le dio una dosis alta de cocaína. Pero el efecto fue que su padre dejó de tener dolor y podía conversar con buen humor.
Es evidente el porqué en el primer caso no se plantean la eutanasia y en el segundo, sí.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de febrero de 2001