Estaba yo estudiando para un interesante examen de personalidad a eso de las 4.30 cuando, entre teorías psicoanalíticas y humanistas, mi querido preconsciente, o lo que demonios fuese, me lanzó a la cabeza un horrible pensamiento, sí, de esos que dices: no, no, no, qué va, no puede ser, no somos tan... El caso es que de alguna manera me acordé de los terribles terremotos de El Salvador y de India.
Yo, la verdad sea dicha, con esto de los exámenes de la universidad no estoy tan al corriente de lo que se dice en los medios de comunicación como suelo estarlo normalmente, pero sí lo bastante como para permitirme el lujo de pensar que no se le está dando el mismo trato a la catástrofe sucedida en India como a la de El Salvador, ambas con consecuencias desastrosas (la sola pérdida de una sola vida humana es ya un desastre).
Lo digo porque estos días no he parado de oír: 'Ayuda para El Salvador', 'Colabora con nuestros hermanos de El Salvador', 'Cien pesetas de su compra irán a parar a El Salvador'..., mientras que de India sólo nos llegan imágenes y testimonios de jesuitas relatando cómo fue el suceso y lo mucho que ha perdido la gente de allí. ¿Qué pasa, que tenemos que hablar una misma lengua para ayudarnos, que tiene que ser nuestro hermano para que ayudemos? ¿Y qué hay de la globalización? Globalicemos la ayuda también.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de febrero de 2001