¿Saben aquél que dice que había un tirolés loco en una granja...? No, ése que dice que uno empobreció por darle uranio a un inmigrante... No, no era así, era que compraba una vaca en los Balcanes y le daba de comer plutonio. ¿O no? ¿Cómo empezaba? Era que metían una patera en un submarino y... y lo dejaban en el Penyal d'Ifach. No sé. ¡Ah, sí! Eran un toro y una vaca entre los que había cierta violencia doméstica, hasta que se volvieron locos por comerse unos a otros y empezaron a comer pescado congelado como un funcionario congelado en alta mar, justo cuando un petrolero derramaba su carga para alimentar a las merluzas espongiformes. Luego había una cabra que moría de legionella -el colmo para una cabra- y unas truchas se salmonella -el colmo para una trucha arco iris-. La verdad es que no sé cómo seguía el chiste. Pero es igual porque me he puesto a leer a León Felipe y me he dado cuenta de que yo sé muy pocas cosas, de verdad. Pero me han dormido con todos los cuentos... Y lo peor de todo, es que la cosa no está para chistes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de febrero de 2001