Dos arrancadas de Esnaider, dos faltas y dos goles. Sin demasiados contratiempos, sólo los del tramo inicial, se coló el Zaragoza en las semifinales ante un Racing que lo intentó como buenamente pudo y que se volvió a casa de vacío. De nada sirvió que se hartara de disparar en la primera mitad. Hasta siete veces rozó el gol. Pero el palo, en una ocasión, Juanmi, en unas cuantas más, y la mala puntería, en todas ellas, impidieron que recibiera premio alguno. Y el Zaragoza se agarró a un rebote para abrazar el éxito. Esnaider se sacó de la manga una jugada llena de sentido, con un par de amagos y otro par de regates, y dio con sus huesos en el suelo. La falta la sacó Acuña como a ver qué pasaba. Y lo que pasó fue que su lanzamiento rebotó en la barrera, Ceballos cayó a un lado y el balón viajó al otro.
Un gol guardaba el Zaragoza en el cajón sin haber hecho nada del más allá. Y sin hacerlo seguía cuando el balón le llegó, de nuevo, a Esnaider, que arrancó por la izquierda y allí buscó con inteligencia la falta que, sacada por Acuña, permitió que Aguado cabeceara para despedir al Racing de la Copa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 8 de febrero de 2001