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CARTAS AL DIRECTOR

Servidores

Desconozco cómo se las ingeniarían mis abuelos cuando sus servidores les salían rana. De lo que sí puedo hablar es de la desesperación y del estado de ansiedad en el que me están sumiendo estos servidores cibernéticos, más parecidos al demonio de Maxwell que a un sirviente fiel. Es el caso que, harta de las infidelidades del llamado eresmas, lo despedí por el llamado terra, pensando, ¡ilusa de mí!, que con éste estaría mejor servida.

¡Quia, señor mío! Entre Pinto y Valdemoro me hundo en el arroyo de la desesperación mientras mi actual sirviente me cuelga en la nariz el cartel del 'no disponible'; eso, cuando no se niega a llevar mis informes a la empresa con un 'no se puede acceder a la página', o echa a mi galán en lo mejor de sus requiebros con un 'la conexión ha sido interrumpida'. ¡Nena!, me dice el pobrecillo, ¿no estará ese sinvergüenza enamorado de ti, verdad?

Hace unos días un escritor famoso denunció a mi servidor en su diario por la misma insolencia con la que a mí me trata. Me sorprendió que esa misma tarde, y los tres días posteriores, mi criado se matara por servirme bien: es que la pluma es más poderosa que la espada, me dije ingenua. ¡Oh, espejismo!, hoy mi sirviente me ha plantado el cartel de 'no se puede conectar', mientras me pedía el sueldo; y como no tiene cuerpo físico donde arrearle una patada contundente, he metido los dedos en el enchufe para transformarme en onda electromagnética atracadora de ilusos. Pues, como dijo el sabio: 'Si no puedes con tu enemigo, únete a él'.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de febrero de 2001