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Crítica:COPLA

Copla que nunca muere

Muy pocos cantantes se atreven a encerrarse durante tanto tiempo en un teatro. Isabel Pantoja estará en el Calderón hasta el 11 de marzo con A tu vera, un espectáculo de los de antes, de esos que ya no se ven. En esta ocasión ha optado por un repertorio de copla pura y tradicional, con el empaque, el colorido y el tronío de ese género en todo su esplendor.

Tras una introducción coreográfica a los sones de Suspiros de España, la Pantoja aparece radiante en el escenario con una bata de cola de organza tornasolada, mantón de Manila y peineta de carey. Comienza con Rocío y a lo largo de la velada van desfilando algunas de las más bellas canciones del género, desde Romance de la otra hasta No me quieras tanto, pasando por A tu vera, Te lo juro yo, Cinco farolas, No me llames Dolores. Como es norma en estos espectáculos, la artista hace también ostentación de vestimenta. Canta La bien pagá con la melena al aire y un vestido cíngaro con calados de terciopelo verde y negro. En Yo soy la otra luce una bata de cola de crepé negro bordado. Y cuando interpreta La Zarzamora sale con bata de cola verde de crespón aterciopelado, con abanico y peinas de color naranja. O sea, barroco a tope, como tienen que ser estas cosas.

Tiene una forma de cantar algo montaraz, brusca, brava. Pertenece a ese género de artistas que trabajan el grito y desdeñan el arte de los matices. Pero ella no es Janis Joplin, a ver si nos entendemos. Eso sí, se encabrita, se mesa los cabellos, se planta, increpa, hace como que llora, suspira, implora, maldice. Todo esto gusta mucho al respetable y hace que A tu vera sea un gran espectáculo, con ritmo, con buen sonido, con magnífica orquesta.

En el programa de mano se dice, aunque parezca mentira: 'Isabel Pantoja es de la estirpe de Mozart'. ¡Oh, cielos!

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de febrero de 2001