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A DEBATE

¿Faltará electricidad en Cataluña?

La demanda crecerá de forma exponencial durante los próximos 10 años

Barcelona
Cataluña es un buen compendio de los viejos desequilibrios del sector eléctrico. Concentra el 70% de su producción en las nucleares de Ascó y Vandellòs, y el 30% en presas de las cuencas pirenaicas y prepirenaicas. En cuanto al consumo, tiene puntas en el Barcelonès, Tarragona y las costas Brava y Dorada. Este desencaje puede reducirse en los próximos años gracias a la irrupción de las centrales que utilizan el gas como energía primaria, que se situarán preferentemente en el litoral. Esta nueva generación arranca con el peso de la historia a sus espaldas. El sector, nacido hace casi un siglo, ha atravesado restricciones, marcos estables y protocolos. Del pasado sólo queda en pie el monopolio de Endesa, última barrera ante el avance de la competencia.

El sector eléctrico catalán palpita entre un escollo endémico y un déficit futuro. Lo primero es la baja calidad del suministro -tristemente desvelada en el apagón de la línea de las Gavarres, en la Costa Brava-, cuya responsabilidad debe imputarse a Fecsa-Enher, la filial de Endesa, que controla el 95% del mercado. Lo segundo, el futuro déficit, tiene visos de hipoteca a interés variable -la tarifa reflejará los costes reales sólo cuando haya competencia- y plazo fijo de 10 años: en 2010, faltarán 4.000 megavatios de potencia instalada, según los expertos.

¿Faltará electricidad en Cataluña con la potencia actual instalada?: Sí. Está demostrado que el consumo crece exponencialmente en los países más avanzados, aunque éstos pierdan industria pesada e intensiva en energía -cemento, siderurgia, etcétera- y ganen en servicios. La alta tecnología también gasta luz, como se ha demostrado en California, y sobre todo lo que realmente crece es el consumo de las familias, que amontonan electrodomésticos, vaporizadores, calefacciones y redes informáticas abiertas a tiempo completo. Si se mantiene el actual ritmo de crecimiento del consumo -el 7% en 1999 y el 6% en 2000-, hasta el año 2010 la demanda eléctrica se incrementará un 80%.

La Administración, los partidos políticos, las empresas y los particulares son un mismo clamor. Todos dicen: 'Cubramos el futuro déficit con nuevas instalaciones de generación'. Dos de estas nuevas instalaciones, la central de ciclo combinado de Gas Natural en Sant Adrià de Besòs y la de RWE en Tarragona, ya están construyéndose. Otra, la más ambiciosa -la de Enron en Mora la Nova-, está pendiente de la fronda ecologista que ha levantado el proyecto en la ribera del Ebro.

Los ciclos combinados sumarán 3.000 megavatios de potencia, y los 1.000 que faltarán para cubrir el déficit saldrán de energías renovables -eólica, solar, derivada del biometanol, etcétera-, que en 2010 deberán representar el 12% del total, tal como exige Bruselas. Además la puesta en funcionamiento de las nuevas instalaciones representará un incremento notable de las emisiones de anhídrido carbónico -pese a que el ciclo combinado, con gas, es una energía limpia- y planteará la urgencia de afrontar el impacto ambiental.

Mientras tanto, en la generación actual perviven los conocidos desequilibrios: las nucleares de Ascó y Vandellòs II, situadas en Tarragona, representan el 70% de la producción actual, y no hay solución prevista para los residuos acumulados en las piscinas de las centrales.

Sobre el mercado de la distribución planean los restos del pasado oligopolista: la red de alta tensión es incompleta, está mal planificada e incluso atraviesa núcleos urbanos. Las líneas de media tensión (de 1.000 a 25.000 voltios) no ofrecen garantías y la dependencia del exterior -conexiones con Francia, Aragón y Valencia, que alcanzan los 1.000 megavatios en las horas punta- son insuficientes.

Hay mucho más: el monopolio de Endesa en la red eléctrica catalana condiciona la comercialización. Es decir, mientras que la ley permite a cualquier nuevo operador vender electricidad, la conexión a la red resulta técnicamente imposible. Se cumple así el viejo adagio: el que quiera vender energía tendrá que producirla. Y mientras tanto, el regulador -la Generalitat- mira hacia otro lado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de febrero de 2001