El sector eléctrico catalán palpita entre un escollo endémico y un déficit futuro. Lo primero es la baja calidad del suministro -tristemente desvelada en el apagón de la línea de las Gavarres, en la Costa Brava-, cuya responsabilidad debe imputarse a Fecsa-Enher, la filial de Endesa, que controla el 95% del mercado. Lo segundo, el futuro déficit, tiene visos de hipoteca a interés variable -la tarifa reflejará los costes reales sólo cuando haya competencia- y plazo fijo de 10 años: en 2010, faltarán 4.000 megavatios de potencia instalada, según los expertos.
¿Faltará electricidad en Cataluña con la potencia actual instalada?: Sí. Está demostrado que el consumo crece exponencialmente en los países más avanzados, aunque éstos pierdan industria pesada e intensiva en energía -cemento, siderurgia, etcétera- y ganen en servicios. La alta tecnología también gasta luz, como se ha demostrado en California, y sobre todo lo que realmente crece es el consumo de las familias, que amontonan electrodomésticos, vaporizadores, calefacciones y redes informáticas abiertas a tiempo completo. Si se mantiene el actual ritmo de crecimiento del consumo -el 7% en 1999 y el 6% en 2000-, hasta el año 2010 la demanda eléctrica se incrementará un 80%.
La Administración, los partidos políticos, las empresas y los particulares son un mismo clamor. Todos dicen: 'Cubramos el futuro déficit con nuevas instalaciones de generación'. Dos de estas nuevas instalaciones, la central de ciclo combinado de Gas Natural en Sant Adrià de Besòs y la de RWE en Tarragona, ya están construyéndose. Otra, la más ambiciosa -la de Enron en Mora la Nova-, está pendiente de la fronda ecologista que ha levantado el proyecto en la ribera del Ebro.
Los ciclos combinados sumarán 3.000 megavatios de potencia, y los 1.000 que faltarán para cubrir el déficit saldrán de energías renovables -eólica, solar, derivada del biometanol, etcétera-, que en 2010 deberán representar el 12% del total, tal como exige Bruselas. Además la puesta en funcionamiento de las nuevas instalaciones representará un incremento notable de las emisiones de anhídrido carbónico -pese a que el ciclo combinado, con gas, es una energía limpia- y planteará la urgencia de afrontar el impacto ambiental.
Mientras tanto, en la generación actual perviven los conocidos desequilibrios: las nucleares de Ascó y Vandellòs II, situadas en Tarragona, representan el 70% de la producción actual, y no hay solución prevista para los residuos acumulados en las piscinas de las centrales.
Sobre el mercado de la distribución planean los restos del pasado oligopolista: la red de alta tensión es incompleta, está mal planificada e incluso atraviesa núcleos urbanos. Las líneas de media tensión (de 1.000 a 25.000 voltios) no ofrecen garantías y la dependencia del exterior -conexiones con Francia, Aragón y Valencia, que alcanzan los 1.000 megavatios en las horas punta- son insuficientes.
Hay mucho más: el monopolio de Endesa en la red eléctrica catalana condiciona la comercialización. Es decir, mientras que la ley permite a cualquier nuevo operador vender electricidad, la conexión a la red resulta técnicamente imposible. Se cumple así el viejo adagio: el que quiera vender energía tendrá que producirla. Y mientras tanto, el regulador -la Generalitat- mira hacia otro lado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de febrero de 2001