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CARTAS AL DIRECTOR

Sobre una salida de Groucho Marx

En su excelente carta sobre Telefónica del 31 de enero, Juan José Millás atribuye a los bajos niveles de diacepam su incompren-sión de la respuesta de un trabajador del 1003. 'Yo no trabajo en Telefónica, sino en el servicio de Información de Telefónica'. Millás, seguramente, pensó en una extraña e incomprensible transgresión del principio de identidad, pero el trabajador que le atendió, no pudiendo decirle más (por los controles a los que está sometido), le estaba diciendo mucho. Efectivamente, los teleoperadores del 1003, del 1004, del 010 o de servicios afines no son trabajadores de Telefónica, sino de empresas creadas por nuestra nunca suficientemente querida y admirada primera multinacional, al servicio de la cual operan con otro nombre. Por ejemplo, como Atento. ¿Por qué? Por una razón muy simple: de este modo, Telefónica realiza el mismo servicio, pero pagando a sus trabajadores menos de la mitad de lo que percibirían si fueran contratados directamente por ella. De este modo, la hora les sale a unas 600 pesetas, teniéndoles en un 50% con contratos temporales de incluso una semana, sometiéndoles a controles de todo orden, y todo, eso sí, al servicio de la una, grande, poderosa y rentabilísima Telefónica. Así que esta vez la desolación de Millás no estaba justificada: el teleoperador le transmitía, como podía o le era posible, la injusta paradoja de su situación.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de febrero de 2001