No sé cuántas veces en la vida cada españolito de a pie se ve obligado a pasar por algún estamento oficial, lleno de papeles que certificar o impresos que rellenar, hasta para la menor chorrada, pero me temo que muchas. Generalmente, detrás de esos mostradores se tropieza uno con unos funcionarios cabreados que te miran como queriendo decir: 'Debe de ser usted tonto para no saber eso'. Con lo cual cualquier gestión se convierte en algo muy agradable. Por suerte para los que dependemos de él, el Ayuntamiento de Alcobendas es otro mundo. Te reciben en la entrada con una sonrisa y un buenos días que te crees que estás en Londres. Te indican perfectamente a qué departamento tienes que ir y, si es algo un poco complicado, se matan por solucionártelo.
Todo esto con buena cara y la paciencia que deberían tener todos los funcionarios que trabajan cara al público. Un diez a este Ayuntamiento de gente encantadora, y que cunda el ejemplo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de febrero de 2001