El espléndido artículo de Daniel Gavela Periodismo de mármol (EL PAÍS, 7 de febrero) es un aldabonazo en el paisaje de periodismo manso y alimenticio que nos rodea. Supongo que la respuesta de una profesión cada día más desorganizada y desarmada será el silencio. Gavela tiene la suerte de poder escribir en uno de esos medios excepcionales que no ha expulsado de sus páginas el periodismo de mirada crítica en unos tiempos en que la televisión dominada por el espectáculo y los gabinetes de prensa, con sus anodinas ruedas de prensa y sus comunicados oficiales, marcan la agenda de la actualidad. Pero el panorama que describe en su alegato alcanza en provincias situaciones preocupantes (el ejemplo de Galicia, que toca de pasada, es paradigmático y daría para publicar un tratado), que oscilan entre la escritura al dictado de los más descarados a la autocensura de los más timoratos. O tal vez sensatos. Indisponerse con el poder o con los amos del dinero significa como mínimo el ostracismo profesional, cuando no la pura y simple represalia, se trate de medios públicos o privados. No es de extrañar que los profesionales obligados a sobrevivir rellenando el espacio que deja libre la publicidad huyan como de la peste de cualquier información incómoda, ya no digamos de emitir opiniones políticamente incorrectas en medios montados muchas veces como complemento de otras actividades más lucrativas, para las que es imprescindible la cercanía al poder o el poder mismo. Desaparecida la bohemia, ¿debemos también dar por muerto el periodismo con nervio que añora Gavela? ¿O apostaremos, como pedía Bertolt Brecht, por 'otros periódicos'? En cualquier caso, gracias, Daniel, por apelar a la conciencia y responsabilidad del periodista.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de febrero de 2001